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La miel es un alimento ideal para niños, estudiantes, ancianos, convalecientes y deportistas.
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Problemas de hipertensión e hipotensión, problemas cardíacos, artritis, reuma, estreñimiento, dispepsia, acidez e insomnio.
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Descongestionar bronquios y pulmones y suavizar la garganta.
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Aftas bucales (en enjuagues).
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Para uso cosmético por sus propiedades suavizantes y antiinflamatorias.
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La inflamación de las hemorroides (en uso externo).
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Al ser un alimento alcalino no suele causar problemas de asimilación en personas con disfunciones digestivas, siendo de gran ayuda en la cicatrización de úlceras de estómago y duodeno.
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Su riqueza en potasio la convierte en bactericida, impidiendo el desarrollo de caldos de cultivo, por lo que se utiliza desde la antigüedad como conservante de alimentos y de platos cocinados, a los que enriquece con su sabor.
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La miel actúa como un eficaz desinfectante y cicatrizante de heridas.
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Su composición mayoritariamente de azúcares la convierten en un producto energético que permite la alimentación muscular inmediata, siendo por ello no solo de utilidad a deportistas, sino a personas aquejadas de una musculatura deficiente, incluido el miocardio, por lo que resulta ideal para personas mayores con problemas cardíacos y convalecientes.